lunes, 22 de noviembre de 2010

Comencé a caminar despacio, apenas podía respirar. Quise girar mi cabeza, sólo para guardarme su último recuerdo, pero el orgullo pudo conmigo. Siempre igual. Algo dentro de mí quería gritar cuánto lo iba a extrañar, pero hice lo posible para callar mi voz. No quería atormentar aún más mi sufrimiento, yo sabía que lo iba a extrañar pero que podía hacer? el fue quien me dejo.. Comencé a apresurarme entonces, temí que viniera tras mis pasos. Sé que nunca podre entender que las despedidas son parte de los encuentros. Quise mirar la hora, pensé que los minutos no habían pasado. Y me dí cuenta que nunca uso reloj. El seguía allí parado, viéndome partir. Pude sentir su presencia, inmóvil a dos metros de mí. Seguí caminando, inerte. Cerré mis ojos por un instante, y un mundo de recuerdos pasó por mi mente. Su voz, su sonrisa, nuestros besos. Siempre supe que no sería eterno. Pero  no quería aceptar el final. Proseguí mi camino como pude. Y después de un largo rato me di cuenta que había comenzado a lloviznar.

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